Carlos Manuel Varela

Carlos Manuel Varela pertenece a una generación que irrumpió en el teatro uruguayo con una nueva postura crítica y revisionista del ayer y del presente. El juego tiene nombre (1968), primer ejercicio dramático del autor, es una parábola sobre la alienación en un asilo de ancianos. Con Jappening con Jota asume la forma lúdica y crítica para mostrar otra vez el encierro (presos que realizan una representación teatral que culmina en una rebelión), y en La enredadera (1972), se centra en el enfrentamiento entre las viejas y nuevas ideas a través del conflicto entre una madre y un hijo que termina abandonándola.

Despues de un lapso de silencio en que el autor busca un lenguaje posible para retomar contacto con su público, aparece su teatro de significado implícito. Así, Varela apela al lenguaje enmascarado , a las sutiles entrelíneas que caracterizan obras tan dispares como Las gaviotas no beben petróleo (1979), Alfonso y Clotilde (1980), Los cuentos del final (1981), Palabras en la arena (1982). En todas ellas, sin embargo, el autor aborda un tema común: el del hombre que no acepta los roles que le impone una sociedad represora y el de la evasión de esa realidad a través del mecanismo de los sueños.

Interrogatorio en Elsinor (1983), prepara la transición hacia el teatro de significado explícito, que Varela ejercita a partir de Crónica de la espera (1986) y que culmina con La Esperanza S.A. (1989). Esta última obra, un drama sobre reencuentros y despedidas, fue escrita pensando en la urgencia de verse expresado que tiene el uruguayo medio, exponiendo así sus frustraciones, sus miedos y su necesidad imperiosa de creer en algo.

Alentado por el director Miguel Pinto, Carlos Manuel Varela escribió Federico, pasión y sangre derramada, una pieza que enlaza poemas, fragmentos teatrales y canciones de Lorca, que estrenada por el elenco de la Comedia Nacional en 1998, integra ahora su repertorio.
La obra de Varela fue premiada y reconocida en numerosas oportunidades.

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