El leon ciego

de Ernesto Herrera. Dirección Ruben Yañez

Estreno: 13 de octubre de 2007. Teatro Solís
 

Con el León Ciego culmina un gran tema que vale como documento de la historia nacional. El autor consigue con sobriedad elogiable, reunir los dos centros de nuestra evolución política en el siglo pasado y la primera década de este. La exacerbada pasión guerrillera del criollo auténtico que con santa sinceridad sale a las cuchillas a dirimir el antiguo pleito de divisas, y la tradición de los dotores que en la ciudad manejan el juego político del país desde dentro de los directorios de los partidos tradicionales.

Si bien el asunto general de la venalidad de los puebleros está vigente en la numerosas composiciones gauchescas publicadas en Montevideo entre los años 1830 y 1840, este sentimiento se particulariza en Los Tres Gauchos Orientales de Antonio Lussich, con el episodio de la revolución iniciada por el caudillo blanco Timoteo Aparicio en 1870 y terminada con la paz de 1872.

Ernesto Herrera, en El León Ciego, concilia esta fuente temática tradicional de la poesía, con la relevancia a un primer plano dramático del caudillo regional, personaje representativo de la vida rural uruguaya, desde los días de la emancipación.

El caudillo nace en el seno de la colectividad gaucha, cuando en plena lucha con los españoles se da en un individuo el sentimiento del culto al coraje. Entonces los gauchos le siguen con orgullosa lealtad, y fielmente responden a sus sentimientos e ideas, (aunque sin interpretarlas).

Los siguen instintivamente, anulando la razón pero unido por una fuerte corriente avasalladora que representa para ellos la dinamización de sus oscuras aspiraciones como individualidades heroicas.

Cuando se consolida la independencia política, el desencuentro del caudillo y sus seguidores, con la organización nacional, engendra continuas perturbaciones institucionales.

Las guerras civiles y el caudillismo, que por su importancia en el proceso formativo de nuestra nacionalidad ocupan largos capítulos en los tratados de historia y sociología, tienen en el León ciego la más acabada expresión de una condena ejemplar.

Dos fuerzas concurrentes sustancias el drama. La primera en la presencia activa de los caudillos regionales (Gumersindo y Gervasio, colorado y blanco respectivamente) atados al juego de las componendas partidistas ; la segunda, en el mensaje condenatorio a la tragedia oriental, inútil y bárbara, renovada con cada guerra civil.

De los sucesivos diálogos surge, junto con el juicio severo contra los dotores que atentos a sus menudos intereses de partidos han sacrificado sin piedad a este viejo y ciego león, por primera vez la reflexiva comprensión de que el caudillo de viejo cuño ha sido vencido por los políticos ciudadanos. El desencuentro con el tiempo nuevo está marcado en las notas nostálgicas de evocación de la vida bárbara ( la más feliz de Gumersindo y Gervasio) cuando la lanza, personaje anónimo pero eficaz de nuestra historia, se blandía sin miedo y se ganaban galones junto a hombres de nombradía.

Sin embargo, bastan los rumores en el pago de otro alzamiento para que se enciendan en las entrañas de estos hombres la pasión guerrillera y se olviden rencores y diferencias con los jefes de partido. El destino fatal e inexorable tiene que cumplirse una vez más y ante el llamado de la causa, acuden voluntariamente viejos y jóvenes siguiendo la inspiración emotiva de la divisa blanca y colorada. Pero lo trágico es que la herencia familiar se exterioriza también en el instinto de los más pequeños (Machito).

La segunda fuerza concurrente, contrastante con el largo panegírico tradicionalista, se afirma en el grito tajante y angustiado de Goya (al final de la obra), expresión auténtica del pensamiento pacifista de Ernesto Herrera.

El año 1910, que se caracterizó por la intranquilidad política, encuentra su cauce en un levantamiento militar blanco en varios departamentos. Octubre es el mes en que el General Basilio Muñoz invade el territorio por la frontera brasileña.

Ernesto Herrera obtiene del diario «La Razón» de Montevideo, la corresponsalía en el frente de lucha y así llega al campamento del general Pablo Galarza, uno de los jefes gubernistas.

El encuentro con un nuevo episodio de nuestras luchas civiles, la vida en campamento y el conocimiento directo de las intimidades políticas, harán germinar en un futuro inmediato el drama El León Ciego

El León Ciego, culmina un gran tema que vale como documento de la historia nacional. El autor consigue con sobriedad elogiable reunir los dos centros de nuestra evolución política en el siglo pasado y la primera década de éste. La exacerbada pasión guerrillera del criollo auténtico que con santa sinceridad sale a las cuchillas a dirimir el antiguo pleito de divisas enfrentadas en la Batalla de Carpintería, y la traición de los dotores que en la ciudad manejan el juego político del país desde dentro de los directorios de los partidos tradicionales .

Ernesto Herrera en El León Ciego, concilia esta fuente temática tradicional de la poesía, con la relevancia a un primer plano dramático del caudillo regional, personaje representativo de la vida rural uruguaya desde los días de la emancipación

Las guerras civiles y el caudillismo, que por su importancia en el proceso formativo de nuestra nacionalidad ocupan largos capítulos en los tratados de historia y sociología, tienen en El León Ciego la más acabada expresión de una condena ejemplar

Dos fuerzas concurrentes sustancian el drama. La primera en la presencia activa de los caudillos regionales (Gumersindo y Gervasio, colorado y blanco respectivamente) atados al juego de las componendas partidistas; la segunda en el mensaje condenatorio a la tragedia oriental, inútil y bárbara, renovada con cada guerra civil...

 

Elenco: Catherina Pascale, Isabel Legarra, Cristina Machado, Pepe Vazquez, Daniel Spinno Lara, Delfi Galbiati, Oscar Serra

Actor invitado: Nicolás Martín

Escenografía y vestuario: Hugo Millán

Iluminación: Eduardo Guerrero

Música: Daniel Viglietti

 

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