Alain René Lesage

1668-1747

Es conocido en los países de habla hispana sobre todo por su novela Gil Blas de Santillana, una versión francesa de la picaresca española. Hijo de un notario real, se recibió de abogado pero optó por una carrera literaria. P. Frantz lo llama el primer escritor profesional de Francia. Sus ingresos provinieron sobre todo de las traducciones. Primero de obras teatrales españolas (de Francisco de Rojas, Lope de Vega, Calderón de la Barca, etc.), luego novelas picarescas del mismo origen (el Quijote apócrifo de Avellaneda, El diablo cojuelo de Vélez de Guevara, Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán, entre otras). Más tarde, la edición de obras traducidas por otros, como el best seller que fue Las mil y una noches. Todas en versiones muy recreadas.

En 1707 escribió para el teatro Crispín rival de su amo y al año siguiente Turcaret (Turcaret ou le financier), que debió haber aludido a hechos verosímiles, puesto que un grupo de banqueros le ofreció cien mil libras para que lo sacara de cartel. Lesage los rechazó pero a la séptima función la exitosa obra bajó por orden del Duque de Orleans.

En los años siguientes realiza una serie de piezas de vaudeville para el Théâtre de la Fiore. Se dice que ellas están en el origen del teatro moderno de boulevards, mientras que Turcaret y Gil Blas en el origen del realismo. En Turcaret, se pinta una sociedad en descomposición donde el dinero trastoca todos los valores, o más bien es el único valor. Su espíritu tiene parecido con la escena del banquete del Satiricón de Petronio, con sus libertos venidos a millonarios, o con el Cambalache de Discépolo, donde "todo es igual, nada es mejor".

Pero lo más disfrutable de la obra, para el espectador de hoy, es su cinismo gozoso, la agudeza del ingenio y la velocidad de sus agudas réplicas y la solidez estructural de su intriga, donde nadie es quien dice ser y todos se enriedan en sus mentiras.

"Amais como una burguesa", le reprocha su doncella a la baronesa por regalar al caballero. En el mundo de Turcaret hasta la más pequeña pasión termina castigada, excepto la pasión por el lucro.

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