Matar el tiempo

de Carlos Gorostiza. Dirección Carlos Aguilera.

Estreno: 9 de setiembre de 1982. Sala Verdi

Como Rilke, como Freud, también Gorotiza cree que somos "del país de nuestra infancia".
"Matar el Tiempo" propone una aventura existencial plena, hasta la raíz, que sacude y que provoca el más desnudo, y simultáneamente, el más esclarecedor exámen de conciencia; indaga, sin concesiones de ninguna índole, y con filosa profundidad, en las zonas más secretas y más refractarias del propio yo. Mientras Titina y Paco no saben que hacer con su aburrimiento, se oye, como fondo y simbólicamente, "Mambrú se fue a la guerra". La canción es un síntoma de muchas de las cosas que vendrán después. De entrada, un curioso y ambiguo miedo maniata a los dueños de casa, al que no son indiferentes los huéspedes. Ese clima singular se abre luego a matices agresivos, y casi enseguida afloran los conflictos individuales, que tienen sugestivos puntos de contacto.
En los dos matrimonios resulta reveladora su constante regresión a la infancia, su frustrada comunicación -en distintos tonos- con los respectivos padres. Son seres detenidos en el pasado, a cuyo presente vuelven de tanto en tanto para seguir reflejando sus infinitas limitaciones. La historia se compromete (y se solidariza) con hombres y mujeres derrotados,  inmaduros -  aún los que parecían fuertes - bloqueados por una realidad que los anuló. De fuera, o de lejos, se filtran y presionan taladrantes miedos, tabúes arrastrados desde los ancestros, herencias de mentiras sociales y malformaciones morales. En el presente, prontas a estallar por la compulsión del encierro, desencadenadas por los juegos, pasatiempos y músicas infantiles propuestos para "matar el tiempo", la real y profunda incomunicación subyacente en la intimidad de cada pareja, las regresiones emergentes.
De ahí que lo comenzado como convencional visita de cortesía se transforme en despiadado "juego de la verdad"; dolorosa catarsis donde cada uno de los personajes, sucesivamente, va expurgando fijaciones, complejos edípicos, frustraciones e impotencias vitales. Ninguna de las cuatro adultas criaturas ha cortado el cordón umbilical y sobre cada una de ellas siguen gravitando padres y madres autoritarios, consentidores, castradores, elusivos.
En todos pesan paralizantes inhibiciones. Pero el drama secreto de cada una es el miedo: miedo a la verdad, a la autenticidad; el olvidar que por el dolor y el sufrimiento también se llega a la alegría, a la plenitud existencial.

 

Elenco: Estela Medina, Armando Halty, Delfi Galbiati, Sonia Repetto

Iluminación: Carlos Torres

Escenografía y vestuario: Personal técnico del Servicio de Teatros Municipales

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