María Estuardo

de Federico Schiller. Dirección Eduardo Schinca

Estreno: 19 de octubre de 1968. Teatro Solís

Federico Schiller (1759- 1805), ha sido exaltado y combatido como un romántico humanista y revolucionario. Como todo encasillamiento, esta imagen no es completamente fiel a la realidad. El joven Schiller, autor de "Los Bandidos" (1780) y de "Don Carlos" (1787) fue un rebelde gesticulante, un individualista romántico. Pero a partir de 1788 - año en que se inicia su amistad con Goethe- se volverá hacia un estudio más objetivo de la Historia; y su teatro se orientará hacia el ejemplo de los clásicos griegos. En el fondo seguirá siendo sin duda , hasta su muerte, un romántico defensor del humanismo liberal, a la vez que un discípulo de la Ilustración, enemigo de todas las formas de opresión y autoritarismo. Su obra evoluciona sin embargo, hacia una madurez más lúcida y comprensiva, aunque jamás desapasionada. En "María Estuardo" (1800) ya no se encuentra la división esquemática - propia del melodrama- entre los personajes "buenos" y "malos". Schiller advierte ahora que el proceso histórico no es mera consecuencia de los caracteres individuales. Así, por ejemplo, en "María Estuardo" Isabel es una mujer amargada, despótica y cruel; pero el autor señala que las circunstancias (su origen bastardo, su educación puritana, su inseguridad política), la llevan a buscar el apoyo del pueblo, de la masa que desprecia. Por temor y por astucia ha respetado las leyes, ha cuidado su buen nombre, ha actuado siempre con moderación. Pero cuando firma la sentencia de María, simbólicamente está optando pro la violencia y por eso se queda sola, en la soledad de los tiranos. Esta es su peripecia trágica.

Condenada a muerte, sensible, desvalida, María Estuardo es, en la concepción de Schiller, un personaje más noble que Isabel. Pero la tentación de idealizarla está en parte contrarrestada por la descripción de su pasado, de su orgullo, de su ambición y sobre todo, por el análisis de los móviles turbios, egoístas, que ella sabe estimular y utilizar en sus partidarios. De esta manera, el melodrama accede al nivel de la tragedia. Una tragedia inspirada en los modelos clásicos pero que refleja también, el espíritu contemporáneo por su hondura psicológica, una visión crítica de la historia y su interés por los ocultos resortes políticos, ante los cuales el individuo aislado suele sentirse hoy tan impotente como en la antigüedad se sentían los hombres frente a los designios de un destino inexorable. En la presente versión se ha procurado acentuar esta contemporaneidad, mitigando los excesos retóricos del lenguaje schilleriano, pero respetando, en lo posible, la noble esencia del gran poeta alemán.