La máquina rota

de Jacobo Langsner. Dirección Jaime Yavitz

Estreno: 26 de abril de 1996. Sala Zavala Muniz

Hace décadas ya se afirmaba que la crueldad sube lentamente a la superficie de las obras de Jacobo Langsner, desde el fondo de una pintura de seres corrientes y situaciones de apariencia trivial. Esa emergencia vuelve a darse en "La máquina rota", donde el autor maneja nuevamente su tenue tablero de símbolos. Ciertas situaciones o ciertos objetos se alzan en sus textos para emblematizarlo y para mostrar de cuantas maneras el pesar de los hombres, el tiempo que se escapa o el bienestar que se aleja quedan expresados en un malentendido funerario ("Esperando la carroza"), una acidez doméstica ("El tobogán", "La gotera"), un erotismo senil ("Un agujero en la pared"), una manía criminal ("Pater Noster") o un infierno conyugal ("La planta").

Sobre esos andamiajes, que cubren desde el buen humor hasta el patetismo, se abre el gran abanico de sugerencias. En "La máquina rota" desfila un grupo de seres apagados, nostálgicos, declinantes, para los cuales la vida se atascó igual que esa máquina de tejer, pero el cuadro trasluce valores y perfiles menos casuales: delata (como tantos otros ejercicios de naturalismo o de sátira en Langsner) el despotismo, la mezquindad; la intolerancia, la torpeza moral o la voracidad que son espejor de un mundo real donde el espíritu también se desgasta bajo esas presiones. El sesgo achacoso y el fondo devorador que el hombre asume en las obras de Langsner, sirve para formular - igual que en el purgatorio propuesto por algunos contemporáneos como Sartre, Albee o Bergman - una interrogante esencial sobre la suerte de esos hombres en este mundo, su naturaleza mortificada, la posibilidad de que su dignidad se mantenga a flote, la incierta batalla entre los sueños que lo auxilian y la degradación que lo acecha: la guerra que entabla todo impulso de libertad a lo largo del empedrado camino que lo posterga.

Jorge Abbondanza

La obras de Jacobo Langsner son, desde el punto de vista estructural, de una teatralidad tal, que disimulan su dificultad y complejidad dramática, bajo la aparente facilidad de sus criaturas.

En efecto, sus personajes transcurren naturales como la vida misma, pero en eso estriba justamente su mayor dificultad.

Son de una carnadura que obliga a que ese transcurrir, cargado de historias entrelazadas, tenga un fluir rítmico y de tiempos interiores profundos, y por ello apasionantes para actores y director.

Sus diálogos, como muy pocos autores actuales, saben oscilar entre la ambivalencia de los significados. Posee esa facilidad y esa riqueza subyacente, que va desde el ácido humor hasta la ternura, uniéndose para culminar sabiamente sus finales.

Lansgner es un eterno desafío.

Jaime Yavitz

 

Elenco: Isabel Legarra, Armando Halty, Andrea Davidovics, Gloria Demassi, Miguel Pinto, Marina Sauchenco.

Actriz invitada: Graciela Escuder

Escenografía: Claudio Goeckler

Vestuario: Laura Lockhart

Iluminación: Carlos Torres

 

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