Los asesinos

sobre textos de Eurípides, Shakespeare y Esquilo. Versión libre de Omar Grasso. Puesta en verso por Idea Vilariño.

Estreno: 17 de junio de 1999. Teatro Victoria

En los días sombríos en que escribo estas líneas,  la historia del mundo parece ser la historia de sus  guerras. Doce siglos antes de Cristo, según Homero, los griegos invadían Troya, hasta destruírla. para poder partir, se sacrificó en Áulide en homenaje a la diosa Artemisa, a la frágil Ifigenia, rogando a la deidad, que los vientos le fueran favorables para legar a Ilión. Bajo la excusa de rescatar a Helena, un imperio poderoso aplastaba a un pueblo enclavado en la entrada del Mar de Mármara, para poder comerciar en las aguas del "Ponto Euxino", sin pagar peaje a los "bárbaros" que habitaban en esas costas. Despúes, durante siglos, los ataques, las invasiones, no pudieron detener su infatigable impolso bélico. Oriente y Occidente compitieron en destruirse hasta la aniquilación.

Hoy, otra vez, la guerra de los Balcanes, nos sume en el impacto cotidiano. Ayer, el petróleo de los países árabes, encendió luchas, que fingiendo restañar "honores nacionales" sólo eran guiados por intereses económicos.

Los enciclopedistas soñaron en el siglo XVIII que algún día llegaría la "Edad de la Razón", exhaustos de la infinita crueldad de los conquistadores que en el siglo XVI y XVII destruyeron a los pueblos primitivos de América y de Africa; pero de los ideales de la revolución francesa, "Libertad, igualdad y fraternidad", a los que la guillotina desmintió en su propio tiempo; están aún lejos de ser un bien común de nuestra dolorida humanidad.

Y sin embargo, esa es otra historia; la de los humanistas y los poetas, hormigas infatigables, tamién ha dejado surcos en la tierra. Eurípides nos estremece  todavía con la angustia de Ifigenia, que suplica a su padre Agamenón, frente a Clitemnestra, que no la mate para iniciar el holocausto el pueblo troyano. Shakespeare reflexiona amargamente en "Troilo y Crésida" sobre los bajos instintos que condujeron a uno de los primeros genocidios de la historia de occidente. Esquilo cuenta las consecuencias de esta ciega aventura, que duró diez años, y donde el pueblo griego se cunsumió frente a las murallas de Príamo. Nuesta versión intenta relatar esa epopeya vergonzoza que signa el comienzo de nuestros tiempor armados. Con los ojos puestos en el ayer remoto y estos días llenos de crueldad; con la ardiente condena que nos merecen caballos de madera que esconden guerreros hambrientos que sólo buscan devorar a un país; o aviones supersónicos, que desde los olímpicos cielos aniquilan ciudades enteras en menos de un minuto.

Ojalá que, como intenta el poeta, columna vertebral de nuestra obra; con este espectáculo logremos aportar un mínimo grano de arena en la reflexión desesperada que tantas eprsonas hacen en estos días, sobre cómo podría detenerse para siempre, en este mundo ominado por los fabricantes de armas, esta escalada de locura asesina.

Ojalá que nuestros hijos, de tanto espejarse en los crímenes en directo, que nos regalan a diario los medios de comunicación, no confundan a sus héroes y se piensen un día, como el pálido Orestes, con las armas del guerrero.

Ojalá que la utopía de Esquilo, ese Areópago de Atenas que impartía justicia nen un mundo donde sólo el instinto era el dueño y señor, se convierta hoy en la utopía del escritor mexicano Carlos Fuentes, que sueña un tribunal internacional, donde tengan que comparecer también presidentes de países que decretan la guerra desde sus sillones dorados, tan lejos siempre de la muerte verdadera que espera a millones de inocentes.

Omar Grasso
Montevideo, viernes 14 de mayo de 1999

Elenco: Armando Halty, Delfi Gabliati, Levón, Silvia Carmona, Gloria Demassi, Alejandra Wolff, Andrea Davidovics, Estela Medina, Duilio Borch, Fabricio Galbiati, Luis Martinez, Pablo Varrailhón, Juan Carlos Worobiov, Juan Alberto Sobrino, Oscar Serra.

Músico: Fernando Ulivi

Escenografía: Osvaldo Reyno

Vestuario: Pepe Uría

Iluminación: Carlos Torres

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