El gran día
de Jean Luc lagarce. Dirección Hector Manuel Vidal
Estreno: 8 de noviembre de 2005. Foyer Teatro Solís
Los funcionarios de una institución teatral se reúnen con ocasión del nombramiento de un nuevo y joven director, designado por las autoridades municipales y estatales para remplazar a su antecesor en el cargo. Ha llegado el momento de reorganizarse y poner en práctica un nuevo proyecto.
Debemos preservar los lugares de la creación, los lugares donde se inventa aquello que todavía no existe, los lugares de interrogación sobre el pasado, los lugares del cuestionamiento. Son nuestra más hermosa propiedad, nuestras casas. Los impresionantes edificios de la certeza definitiva, ésos, sobran, cesemos entonces de construirlos. La conmemoración puede ser algo vivo, el recuerdo también puede ser feliz o terrible. No hay por qué murmurar sobre el pasado o caminarle por encima en puntas de pie. Nuestro deber es hacer ruido. Tenemos que conservar en el centro de nuestro mundo el lugar para nuestras incertidumbres, el lugar de nuestra fragilidad, de nuestras dificultades para decir o escuchar. Debemos permanecer dubitativos y permanecer así, en la duda, frente a los discursos violentos o amables de los profesionales, de las lógicas económicas, de los asesores, de los hábiles y los vivos, de nuestros señores consensuales.
Tenemos que ser cuidadosos ante al mundo y ser cuidadosos ante nosotros mismos; cuidarnos del mal y del odio que mamamos en secreto sin saberlo, sin querer saberlo, el odio subterráneo, silencioso. Los espacios del Arte pueden alejarnos del miedo y cuando se tiene menos miedo, se es menos malo.
No debemos ser amnésicos, pero no dejar de ser amnésicos todos los días a las siete de la tarde, a la hora de nuestra plegaria y de nuestros perdones colectivos. No ser amnésico no consiste solamente en mirar como el pasado se aleja lentamente de nosotros; no ser amnésico es mirarnos a los ojos hoy, y mirarnos además mañana; no ver nada, no pretenderlo, dejar de afirmar, pero caminar de todas maneras, conservar la mirada clara y seguir sonriendo, apacibles, por no estar seguros de nada.
Una sociedad que renuncia al Arte, en nombre de la cobardía, de la holgazanería inconfesable, de la falta de perspectiva, que renuncia al patrimonio del mañana, para contentarse, en la autosatisfacción más beata, con los valores que cree haber forjado y que en realidad heredó, ésa sociedad renuncia al riesgo, se aleja de su única verdad, olvida por anticipado construir su futuro, no dice nada ni a los otros ni a sí misma.
Niega sus errores y sus fracasos, se cree hermosa y perfecta, se miente. Y solo entonces avara y mezquina, la cabeza hueca, la imaginación ahorrada, desaparece y se devora, destruye lo que es de otros, y por mucho que le cueste admitirlo se ahoga en la idea que proyecta de sí misma. Se vuelve presumida y triste, segura de su brillo propio, sin historia futura y sin espíritu. Es magnífica, se lo cree porque así lo dice y es la única que lo escucha. Está muerta.
JEAN -LUC LAGARCE
Trad. Laura Pouso
Elenco: Andrea Davidovics, Catherina Pascale, Lucio Hernandez, Miguel Pinto, Daniel Spinno Lara, Cristina Machado, Claudia Rossi, Pepe Vázquez, Jorge Bolani, Elisa Contreras, Oscar Serra, Luis Manzione, Duilio Borch.
Actores invitados: Diego Rovira, Ricardo Couto, Leonor Svarcas, Marcos Valls.