Fedra
de Jean Racine. Dirección Eduardo Schinca
Estreno: 25 de noviembre de 1973. Teatro Solís
Los elementos que constituyen una tragedia, son:
Un conflicto esencialmente insoluble, resultante de un choque entre un mundo que sólo conoce lo relativo, el compromiso, el más o menos, y un universo dominado por la exigencia de valores absolutos de totalidad y regido por la ley del todo o nada.
Es decir que la tragedia está constituída por tres elementos: Dios, el hombre y el mundo. Aclaremos que ese Dios no portenece a ninguna religión en particular. La tragedia no está más ligada al cristianismo que a la religión helénica, aunque el Dios cristiano pueda, como los dioses helénicos o los de cualquier otra religión, tener un aspecto trágico. Lo que explica porqué Racine ha podido trasponer sin dificultad, en un universo pagano ( y casi sin modificarla) su visión cristiana del Janseismo de Port- Royal. De allí se desprende un cuarto elemento esencial de toda tragedia: la existencia de un personaje que exige la realización de una justicia absoluta, ajena al mundo y bajo la mirada de Dios.
La primera característica de la divinidad trágica, aparte de estar siempre presente pero al mismo tiempo oculta y ausente, es que sus exigencias, que constituyen la vida misma del héroe, son, en relación al mundo, irrealizables.
Un hombre - decía Pascal- "no muestra su grandeza por hallarse en un extremo, sino tocando los dos a la vez y llenándolo todo entre ambos". Pero también sabía que eso es imposible en la vida y en el mundo, pues "los extremos se tocan y se unen a fuerza de alejarse y se encuentran en Dios, y sólo en Dios".
Esta exigencia de reunir los dos extremos contrarios - el personaje trágico radicalmente solo, a igual distancia entre el mundo y Dios - rige desde "Andrómaca" a "Fedra", todas las obras de Racine. Lo que exigen los dioses, el único sentido de la vida del héroe y su significación es la reunión de los contrarios: vida de Astyanax y fidelidad a Héctor para Andrómaca; vida de Británico y su unión con él para Junia; ley romana y unión con Berenice para Tito; amor y honor para Fedra.
La tragedia del siglo XVII expresa el conflicto entre la pseudo moral del mundo (que es una moral de elección) y la nueva moral del personaje trágico, que vive bajo la mirada de Dios y que es una moral de la totalidad y del renunciamiento.
El hombre en la cúspide de su conciencia trágica, se encuentra a igual distancia del mundo y de Dios. Demasiado alejado del primero para renunciar a su exigencia de totalidad y demasiado alejado del segundo para poder realizarla, entre un mundo sin Dios y un Dios que ha abandonado y olvidado al mundo, el héroe trágico es el último lazo que une todavía los elementos que constituyen el universo. La conciencia le recuerda al héroe a cada instante, no sólo que para Dios, para la verdad toda elección es criminal puesto que toda elección es un pecado contra la esencia, sino también que toda exigencia de totalidad, de reunión de contrarios, es para el mundo absurda, criminal e irrealizable. Por eso el contenido real de todas las tragedias de Racine es el mismo: la conversión del héroe y su renunciamiento a la vida y al mundo - único acto libre y válido que podría cumplir.
La única libertad del hombre reside en la elección que debe hacer y no puede evitar entre la nada y el ser, entre la vida aparente del mundo y la vida real en la eternidad.
De "Racine" por Lucien Goldmann
Elenco: Delfi Galbiati, Jorge Triador, Elena Zuasti, Estela Medina, Marina Sauchenco, Cristina Lagorio, Horacio Preve, Brenda Trillo
Bocetos de escenografía: Hugo Mazza
Bocetos de vestuario: Domingo Cavallero
Iluminación: Carlos Torres