Whiteman y Cararroja
Estreno: 24 de julio de 2009. Teatro del Notariado
Un western judío
La obra escrita por Tabori en los años sesenta, pone en escena a un judío de Nueva York, a su hija retrasada mental y a un indio atrapados en un desierto transformado en huis clos. Tabori mezcla con humor ingredientes del western spaghetti o del teatro de Beckett para un duelo entre minorías.
EMPATE ENTRE MINORÍAS
(Algunas reflexiones sobre Whiteman y Cararroja de George Tabori)
La presencia de un árbol altera el espacio. Un buitre espera. Irrumpe Whiteman, un judío perdido en el desierto americano. Aunque no está del todo solo el judío errante ; viene acompañado de Ruth, su hija « don divino y milagro con averías » , y de Bella, su esposa, reducida a una urna escondida en una bolsa de papel.
En la ruta hacia Nueva York, para esparcir las cenizas de la difunta, lo que tenía que ser un alto en el camino se convierte en la estación terminal : un cazador pasa y les roba el auto. Whiteman, monologa, se vacía y cuenta su vida. Un indio que pasaba por allí, para alcanzar para toda la eternidad la tierra de sus ancestros, va a interrumpir esa verborragia incesante. Un encuentro incongruente donde dos identidades se van a enfrentar, dos culturas, dos pueblos, con Ruth como árbitro.
Así Ruth, la maltrecha, se va a convertir en el último trofeo, el último desafío de este duelo verbicida, de esta confrontación para saber cuál de los dos ha sufrido más. Empate. El sufrimiento no tiene ni vencedor, ni vencido. Solamente víctimas y verdugos. Y ambos roles pueden perfectamente invertirse. « Rasque un poco a un hombre blanco – dice Cararroja- y termina por descubrir a un fascista » Una lucha tragicómica para definirse frente al otro, en su diferencia, hasta despojarlo. Una puesta al desnudo donde Whiteman, en el último round, reviste a Cararroja con sus atributos antes de apagarse sin llegar a Nueva York, la tierra prometida a Bella. De todas formas, los dados estaban marcados. Cararroja no es un goy. Es judío. Bueno, casi. Judío y piel roja…
George Tabori firma aquí una obra divertida, densa y rica. Un western judío burlesco y extrañamente actual que hace resonar en nuestros oídos los ecos lejanos - y no tanto- de nuestra época. Una fábula sobre la identidad donde el hombre no es más que el conjunto conformado por los prejuicios de su cultura, sometido al peso de su propia historia, tanto individual como colectiva.
El duelo es verbal, pero las palabras matan del mismo modo que definen al individuo. El color de piel o la circuncisión no alcanzan para construir un hombre. George Tabori maneja así el absurdo y la incongruencia de las situaciones con arte. El combate es arbitrado con un criterio simple « siempre del lado de las víctimas ».
La escritura sugiere una linea clara, neta, como lo advierten los títulos de las escenas que en el texto recortan las acciones como si se tratase de un guión. Guiño a la época en la que Tabori era justamente guionista de Hollywood.
El humor judío que tanto fascina al autor está presente en la autocrítica lúcida así como en la mala fé. Sin embargo, la pieza se tiñe paulatinamente de una tierna desesperanza. Hay un poco de Woody Allen y un poco de Beckett contagiado de Brecht. Pero George Tabori permanece sobre todo fiel a sí mismo y a las cuestiones que lo interpelan. Dónde se sitúa la valentía del hombre, cuál es su identidad y cuál su peso frente a la Historia ? Cuando la Historia no lo ubica forzosamente del mejor costado y en el mejor momento… Las reflexiones de Primo Levi o de Hanna Arendt no están demasiado lejos de los contenidos profundos de este texto que es necesario dejar oir en sus meollos y en su complejidad.
Tabori devela el alma de dos vagabundos, dos perdidos, para recrear, en el fondo, una misma cara : la de las víctimas de la Historia que el sufrimiento ha revelado.
Elenco: Florencia Zabaleta, Luis Martínez, Levón, Lucio Hernandez
Escenografía: Gerardo Bugarín
Vestuario: Verónica lagomarsino
Iluminación: Alvaro Bonaglia
Música: Fernando Condon