Tierno y cruel
de Martin Crimp. Dirección Adel Hakim
Estreno: 2 de octubre de 2006. Sala Verdi
La obra
Martin Crimp sigue la misma intriga que Sófocles en Las Traquinias, pero en lugar de ubicarla entre semidioses, reyes y reinas míticas, todo acontece entre pequeños burgueses. La homóloga contemporánea de Deyanira es Amelia y su marido, un general del ejército de un rico país occidental que combate el terrorismo en Africa. De su última misión, regresa con Laela, una hermosa joven africana a quien quiere por amante y a su pequeño hermano. Ambos son los únicos sobrevivientes de su pueblo, arrasado por el General.
Un díptico compuesto por una tragedia griega -Las Traquinias de Sófocles- y un texto contemporáneo -Tierno y cruel de Martin Crimp - directamente inspirado en esta tragedia
¿Por qué un díptico? Esto parte de la invitación que me ha sido hecha por la Comedia Nacional y la Embajada de Francia para montar con el elenco de la Comedia Nacional un clásico, una obra universal. Nosotros habíamos pensado al principio en los clásicos franceses, Molière y Marivaux y las antiguas tragedias, griegas o de Séneca. Pero me parecía más interesante trabajar en este primer encuentro con los actores uruguayos, sobre una puesta que los enfrentara con un texto antiguo y una obra contemporánea. Es decir la obra de un autor vivo, una pieza -de preferencia una gran pieza - escrita en este comienzo del milenio que trate cuestiones de actualidad, sabiendo que en una obra de calidad, señorean los temas de actualidad, que sobresalen forzosamente para lograr una forma de universalidad.
Después de investigaciones, de trabajar con los actores de la Comedia Nacional y de explorar diferentes propuestas, la elección ha recaído sobre el díptico compuesto por Las Traquinias de Sófocles y Tierno y cruel de Martin Crimp. Este autor inglés, que ha comenzado a tener un gran reconocimiento tanto en Europa como en América Latina, retoma exactamente la historia, la trama y la intriga de Sófocles y coloca todo esto, con muchísima habilidad, talento e inventividad, en el contexto del mundo de hoy, el de la globalización y las conquistas neocoloniales. Si la pieza de Sófocles es una verdadera tragedia, según los cánones de la Tragedia Griega, con sus coros, unidad de lugar, de tiempo y de acción, la pieza de Crimp es una verdadera sátira moderna con lenguaje y referencias actuales y por otra parte, respeta las tres reglas de las antiguas tragedias, así como la presencia de un coro.
Sófocles. Sinopsis. Dejanira es la esposa de Heracles, el famoso héroe griego, hijo de Zeus y de Alcmena. Hacía mucho tiempo que Heracles proseguía con los doce trabajos que lo conducirían al fin de la tierra y a las fronteras del cielo. Dejanira, vive abandonada, en Tracia, exiliada, lejos de su familia, de la casa de Eneas, su padre. Ella sabe que Heracles volverá al fin a su lado, no bien haya terminado sus trabajos. Pero Heracles no vuelve solo. Él trae consigo a las esclavas entre las cuales se encuentra Iole, una joven mujer de una gran belleza.
Dejanira comprende enseguida que la recién llegada es su rival. Para reconquistar el amor de Heracles, ella decide recurrir a un filtro que antiguamente le había dado el Centauro Nessus antes de morir. Él le había dicho que si ella teñía una túnica con este producto mágico, y se la ofrecía a Heracles, lo tendría por siempre. Dejanira cumple las recomendaciones del Centauro.
Heracles recibe el regalo, viste la túnica, pero es una trampa tendida por el Centauro, post mortem. El filtro era un veneno temible. Heracles, que se creía hijo de Zeus, el Dios de los dioses, y por tanto inmortal, morirá luego de atroces sufrimientos. Cuando ella comprende lo que ha pasado, se suicida.
Crimp sigue la misma intriga. Pero en lugar de ubicarla entre los semidioses, entre los reyes y reinas míticas, la historia sucede en un medio pequeño burgués. La homóloga contemporánea de Dejanira se llama Amelia, su marido es General en la armada de un rico país occidental, y su trabajo consiste en combatir en Africa al terrorismo. Él es considerado como un héroe en su país, pero como un criminal frente a los ojos de sus enemigos y frente a los derechos humanos, ''estas leyes que exceden la ley de los hombres'', como diría Antígona. De regreso de una de sus misiones, el General trae una joven africana y su pequeño hermano. Ellos serían dos jóvenes huérfanos salvados de la masacre de un pueblito. En realidad, el General ha arrasado el pueblo para raptar a la joven muchacha y hacerla su amante. Se puede adivinar lo que sigue. Hay también un ministro, un periodista, un coro compuesto por la institutriz, la esteticista y la fisioterapeuta. Están también, los camarógrafos de la televisión que esperan afuera de la casa para conocer e informar sobre el desarrollo del drama.
Si la intriga y la evolución de la historia son semejantes, por el contrario el contexto, la significación y la forma teatral son extremamente distintas. Esto nos lleva a interrogarnos sobre el sentido mismo de la tragedia. Nuestra época, inmersa en el materialismo, ¿tiene aún una conciencia trágica? Es decir, una conciencia del destino, de la inscripción del individuo en un universo que lo sobrepasa, del sentido de la vida y la muerte?
La ciudad de Tracia toda ella participa de los acontecimientos de la tragedia de Dejanira y de Heracles como ejemplo vívido del comportamiento humano. Los acontecimientos, tanto como los personajes, tienen una genealogía conocida por todos. Es esta ligadura histórica, esta comprensión, íntima, profunda, de los procesos que conducen al suceso fatal, que constituye la esencia de la tragedia. En el mundo actual al contrario, pareciera que no hay genealogía.
O si hay una, no se recuerda o a nadie preocupa. De suerte que los sucesos (África, el terrorismo, la alienación de los bienes materiales, el salvajismo de las guerras, sus consecuencias desastrosas sobre la psicología de los individuos) parecen aisladas, sin ligaduras de los unos con los otros, y en consecuencia absurdos. Los rituales son irrisorios. Son aquellos de la pequeña vida cotidiana, de las pequeñas angustias de las personas que no les falta nada, salvo tal vez les falta lo esencial: una espiritualidad que le dé sentido a sus vidas. Esto es porque, transpuestos en el mundo de hoy, Las Traquinias no puede ser una tragedia (es necesario creer en los dioses o en su equivalente para que hubiera tragedia) pero sí una sátira, una comedia.
Los males de Dejanira o de Heracles pueden conmovernos o al menos crear interrogantes, estos de Amelia y del General no pueden más que hacernos reír.
En la pieza de Sófocles, la guerra tiene lugar entre el mundo de los hombres y el de las mujeres. La primera parte de la pieza transcurre en el gineceo, en las habitaciones de Dejanira, tal vez en su lecho vacío y frío. Allí, pueden desarrollarse los fantasmas sobre el mundo exterior, ese mundo desconocido y misterioso en el cual se desenvuelve Heracles. Lo que imagina Dejanira sobre las hazañas y la sexualidad de Heracles es ciertamente mucho más loco y más excitante que lo que realmente vive Heracles en sus trabajos. Recuperar las manzanas del jardín de los Hespérides, limpiar las caballerías de Augias, no debe ser especialmente divertido y Heracles debe ser un hombre muy estresado. Por otra parte, Dejanira parece tener siempre temor de los hombres, de su brutalidad, de su sexualidad. Ella no cesa de compararlos con los toros, con los centauros, con los ríos terribles y embravecidos, con los seres libidinosos, con la sexualidad desbordante e invasiva. La pieza de Sófocles, como toda su obra, se presta perfectamente a un análisis psicoanalítico profundo.
Pero igualmente si los fantasmas de Dejanira no son muy conformes a la realidad, no es menos cierto que la realidad del mundo de Heracles está hecho de horrores, de masacres y de guerra. Y de libido desenfrenada; de lucha despiadada por el poder. Heracles ha masacrado a todos los habitantes de Eubée para conquistar a Iole.
A pesar de todos estos encadenamientos de violencia, de muertes, de pasiones exacerbadas, los personajes de Sófocles permanecen asidos a sus deseos esenciales. Y con las pasiones que podrían, en un proceso de ataque, ser circunstancias atenuantes. El público puede comprender, aunque no los apruebe, los actos de Dejanira, de Heracles, de Hilo o de Licas. Todo está hecho, en la tragedia, para que el espectador siga, paso a paso, eso que va a conducir al protagonista al crimen, a la salida fatal. Es este aspecto inexorable de la violencia de los sentimientos, que bajo la cubierta de un falso libre arbitrio de los personajes y a pesar de todos sus esfuerzos para escapar, terminan por realizar su destino, ese destino inscripto en las famosas profecías (u oráculos); es este aspecto inexorable lo que constituye el género trágico.
Este no es el caso de los personajes de Tierno y cruel. La pieza es, tal vez, más política que metafísica. En Sofocase, todos los personajes están equivocados por cuanto ellos tienen razón. Ellos son humanos, más que humanos. Ellos quieren salir, pero están ciegos. Ellos están plenos. Plenos de supersticiones, de creencias, de ingenuidad, de inteligencia, de instintos, de sentido del deber, de sentido de la Ciudad, de ataduras sociales, de relación con el cosmos.
En Crimp, los personajes son huecos. La pieza es una denuncia de la vacuidad de sus vidas. Ellos no son apasionados, están robotizados. Ellos no tienen extremos aunque las consecuencias de sus actos sean desastrosas. No son nada, porque ellos no se dan cuenta de nada: ni de lo que son ni de lo que fueron. Ellos actúan por reflejos condicionados, sus comportamientos corresponden a clichés a estereotipos. Ellos tienen todos los tics del lenguaje, de la mente estandarizada y de la ideología de Hollywood.
Es esta dimensión de robotización social que nos proponemos restituir en la puesta en escena.
En fin, no hay una visión políticamente correcta en este mundo descripto por Crimp. Los dos jóvenes Africanos no son unas ''pobres pequeñas víctimas'' que llaman a la compasión y a las lágrimas de los espectadores. Ellos están también fascinados y alienados por la sociedad de consumo occidental: shopping y televisión, juguetes de guerra y artículos de belleza, confort y lujos; todo esto los atrapa a gran velocidad y aniquilan en ellos toda posibilidad de conciencia política.
Pero cuidado: no hay en este díptico ninguna pretensión de demostrar que los personajes de Sófocles son ''mejores'' que aquellos de Crimp, ni que la civilización de los Griegos de hace dos mil cinco años sea una edad de oro en comparación al hoy.
Es simplemente interesante constatar cuanto de estas dos civilizaciones (la nuestra, sobre todo de la época más reciente, occidental, de consumismo y neo-capitalismo) son diferentes, aunque el mundo occidental contemporáneo procede, por filiación, del mundo griego.
Adel Hakim 1
Elenco: Claudia Rossi, Isabel Legarra, Catherina Pascale, Levón, Pablo Varrailhón, Pepe Vazquez, Delfi Galbiati, Miguel Pinto, Oscar Serra.
Escenografía: Claudia Sanchez
Vestuario: Lucía Mangado
Iluminación: Juan José Ferragut
Traspunte: Alejandro Rey
1 Traducción: Estela Mieres